El día en el que Celaá tuvo que admitir la realidad

Tal y como vamos avisando en todos y cada uno de los artículos que publicamos, el tiempo pone a cada uno en su sitio. Esta vez le ha tocado a la consejera de Educación Isabel Celaá. No era todo tan negro como lo pintaba sino todo lo contrario, y el proceso de matriculación de cara al año que viene le está dando la espalda.

Su cruzada contra el anterior ejecutivo y al proceso de matriculación que se llevaba ha caido. Ha tenido que claudicar ante unos datos que son más evidentes de lo que ella pensaba. La gran mayoría de familias prefiere escolarizar a sus hijos en los modelos euskaldunes, esto es, en los modelos B y D. Ya vemos a la consejera dándose cabezazos contra la pared tras conocer unos datos que vuelven a dejarle en no muy buen lugar.

Al final la supuesta manipulación e imposición de los modelos euskaldunes que Celaá decía ser el eje de las campañas de matriculación del anterior ejecutivo, no era tal. Y sin reconocerlo, se ha dedicado a admitir que las familias vascas prefieren modelos de enseñanza euskaldunes, esto es, D y B.

En ningún caso se obligaba a los padres a optar por estos dos modelos. El modelo A ha existido y existirá siempre, y cada cual es libre de matricular a su hijo o hija en el modelo que quiera. Pero de ahí a obligar a ciertas escuelas a poner modelo A, hay un trecho, y a decir que los padres eran obligados a optar por el B y D otro.

Antes, la consejera hablaba de aberración, manipulación y obligación; ahora, cuando los datos, con su nuevo sistema, vuelven a ser los mismos dice que las familias saben lo que quieren y que sus convicciones no son tan fáciles de echar abajo. Dos declaraciones en ningún caso complementarias, sino todo lo contrario. Una contradicción en regla.

Por eso, antes de hablar, como siempre decimos, hay que saber de lo que se está hablando, porque si no pasa lo que pasa: de ningunear el Euskara y decir que no se garantizaba la opción A, a señalar que su departamento apuesta por reforzar el Euskara. Por cierto, si esto último es cierto, animamos a la consejera a que ella también aprenda.